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La eficiencia tiene que ver con el hacer las tareas en el tiempo correcto y de la mejor manera posible. La eficiencia en el estudio y en el trabajo aumentan enormemente tu credibilidad, tu posibilidad de encontrar nuevas oportunidades y la confianza y el respeto de las personas que te rodean.
Eficiencia es la capacidad de lograr un objetivo con el mínimo de recursos posibles y en el menor tiempo posible.
Si sentís que aún podés trabajar con más empeño, te ofrecemos hoy 10 consejos para que estés volando en eficiencia.
- Creá rutinas. Las rutinas te permiten hacer con constancia aquellas actividades que requieren de tu atención sistemática y periódica. Además, ordenan tu día y aumentan tu capacidad de acción. Identificá aquellas tareas que deberías hacer siempre a la misma hora y organizalas en tu agenda.
- Hacé todo para ayer. Dice el dicho: "No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy". En cierta forma, este dicho es un llamado a la eficiencia. Si tenés que hacer un trabajo, no esperés al último momento ni confiés en que hay tiempo: hacelo de inmediato, sin posponerlo o procrastinarlo.
- Salí de lo incómodo primero. Hay dos reglas: tareas pequeñas o tareas desagradables de primeras. Si te va a requerir menos de cinco minutos, hacelo de una vez. Si es algo que estás evadiendo a toda costa, es hora de sentarte y hacerlo. Aunque lo postergués, siempre lo tendrás que hacer, así que es mejor entrarle de una vez.
- Llevá una agenda. ¿Cuántas veces te atrasás en alguna tarea porque la habías olvidado? Llevá una agenda o un cuaderno en el que anotés TODO, y cuando decimos todo, es TODO, lo que te ocurre en el día: a quién le prometiste hacer algo, el libro que tenés que devolver en la biblioteca, la reunión de estudio con tus amigos. Y una vez que todo esté anotado, consultá tu agenda cada noche (así podrás tener claro tu día siguiente). Otra recomendación: planificadores mensuales para prever tus semanas.
- Sé puntual. Probablemente nada causa una peor impresión que la impuntualidad. Dos consejos: siempre programate para llegar 15 minutos antes a todo y, segundo, siempre calculá el tiempo al que nunca le damos importancia: el que te lleva salir de casa, esperar el transporte, caminar hacia tu aula, ir al baño antes, etc.
- Trabajá a buen ritmo. ¿Te has dado cuenta de que cuando estás bajo presión hacés mucho más y mucho más rápido que cuando tenés todo el tiempo del mundo? El tiempo es relativo y nuestros esfuerzos también. Tratá de establecer un ritmo de trabajo diario que no cambie y que sea intenso. No te confiés en que la entrega del trabajo es en dos meses.
- Hacelo aunque no sea perfecto. Muchas veces perdemos minutos de oro pensando cómo hacer algo perfecto. ¡Atención a los perfeccionistas! Dicen que perfecto es enemigo de hecho. Es mejor tener hecho un primer borrador, aunque sea imperfecto, que no tener nada porque nuestro estándar nos impide movernos. Recordá que siempre hay tiempo para mejorar lo que hagamos y que si estás trabajando con antelación, podrás encontrar mejores soluciones teniendo algo concreto entre manos.
- Priorizá. Siempre poné en primer lugar de tu día lo más importante. ¿Hay un trabajo más importante que otros? ¿Hay un proyecto personal que querés sacar adelante? Que sea tu primera tarea del día.
- Hacé un poco todos los días. Dicen que de bocado en bocado se come un elefante. Es decir, si hacés un poco cada día de una tarea, irás llegando a su conclusión casi sin sentirlo.
- Dividí las tareas grandes en tareas pequeñas. Cuando te abrume la dimensión de una tarea, una investigación o un objetivo personal, recordá que siempre podés encontrar pequeñas tareas que te ayuden a avanzar. Planeá cómo llegar al objetivo en partes asequibles y, ¡dale duro!
Nos encantan estos consejos porque los hemos experimentado en carne propia. Sabemos lo que es ser estudiante, sabemos lo que es palmar la noche y lo que es cumplir con un trabajo que nos llene de satisfacción.
Es hora de organizar tu vida y de sentir que tenés el control de lo que hacés. ¡Ánimo! ¡Sabemos que todo te saldrá de maravilla!
